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¿Qué es Julio Valderrey?

Por: Isaac Morales Fernández

      Muchos dicen que Julio Valderrey es un poeta. Y tienen razón, pero sin saberlo. En su caso no hay título superior… pero ¿qué hace que Julio Valderrey sea un poeta? Sin duda, su poesía, su obra, sus versos que hablan de amores perdidos, de noches quebrantadas, de fragores y fuegos altos y bajos, de vueltas de boxeo y flores crepusculares.
       Pero no sólo eso hace que Julio Valderrey sea un poeta en el sentido más amplio. Muchos “autoayudistas” quieren ser poetas para ser mejores julio-valderrey-retrato-a-lapiz-realizado-por-el-artista-plastico-carlos-bravo-2012seres humanos, yo cada día estoy más convencido de que Julio, mi padre Julio, es un ser humano para ser un mejor poeta (como debe ser). Y es que Julio hace como verdad suya, y universal a la vez, aquella afirmación tajante de Oscar Díaz Punceles: “la poesía es una forma de conocimiento (…) el conocimiento poético se contrapone al conocimiento racional”. Y lo mismo hace con esa bella expresión de Valverde citando a Proust: “la literatura pues no sirve para nada y, sin embargo, para quien la disfruta es, como dice el mismo Proust, ‘la verdadera vida’, la posesión más honda de sus días y de su mundo».

     Si hay dos frases o ideas que definen el pensamiento poético de nuestro poeta, son estas dos: la poesía como forma de conocimiento y la idea de la poesía como aquello que no sirve para nada pero que, sin embargo, es la Verdad, con V mayúscula intencional y atorrante, duélale a quien le duela. Y estas son cosas de él que sólo se entienden cuándo se ha sido su discípulo y a la vez se ha disfrutado y sufrido a su lado cualquier cantidad de vivencias, experiencias y ocurrencias… tales y tan únicas en su estilo que el poeta, este ser humano que resulta de ser poeta, le hacen merecedor del apodo “Julito”. Por aquello de “¿Y quién hizo tal cosa?” -el grupo ¿al vacío…? está lleno de momentos como este en la oficina de la imprenta donde pervivimos y sobreexistimos-, “Eso fue Julio”… “¡Julito! ¡Tenía que ser Julito!”… En este sentido, los mendrugos de servilleta dejados en cualquier parte (sobre un escritorio, la computadora, un libro, una caja, en el piso, dentro de un vaso sucio, etc.), son parte de sus modus vivendi y operandi también. No dudemos ni un segundo que la idea que subyace bajo el apodo de “Julito” es un inmenso cariño, una gran admiración y una comprensión y aceptación totales gracias a que algunos le hemos leído hasta la carta astral a Julio. Y todo esto sirva para concluir inequívocamente la idea inicial de este párrafo.img_0004
      Inequívocamente, pues, Julio es un poeta, y no hay nada por encima de ello. Por encima del ser humano biológico, el homo sapiens, hay una cualidad extrataxonómica que es el homo poeticus, y a ese estrato se llega cuando se ha vivido en, por y para la poesía. Hay una bella estampa que hace de él el poeta William Osuna en la sección “Voces de la Calle” de la revista A plena voz, y destaca algo que, cuando lo leí recién publicado, me conmovió tremendamente: el talento escondido que tiene este poeta merideño para realizar artesanalmente nacimientos con palillos de fósforos o cerillos. Me conmovió especialmente que William Osuna destacara esto casi al principio de su texto porque, de hecho, uno de los recuerdos más bonitos (y de esta palabra cursi me jacto en este momento) que tengo es de la vez que Julio le regaló a mi mamá una de sus creaciones artesanales. Mi mamá, que colecciona nacimientos miniatura para adornar en diciembre, tiene por costumbre colocarlos todos de adorno (o más bien yo diría de exhibición) en la época navideña. Cierta vez Julio llegó a la casa de mi mamá y los vio y en seguida le ofreció el nacimiento de fósforos que, a los pocos días, le llevó.
      Un cartón pequeño, forrado de musgos de esos que venden también para la época, y los personajes de la escena todos hechos con los simples y sencillos palillos de papel encerado con cabeza de pólvora roja… No hacen falta brazos, sólo las expresiones que se manifiestan con el simple doblés de un palillo. Eso no lo hace un artesano.

      Eso lo hace un poeta, valgan ambas expresiones en los dos sentidos en que pueden leerse.

    Y aún podemos agregar la que me parece es la principal cualirazos,dad de Julio Valderrey: la capacidad de mimetizarse como personaje literario, de mutar en personaje de ficción, algo que sus amigos no pueden dejar de ver y apreciar en él. Nada más célebre que la simpática y ocurrente caricatura escrita que hace de él Gonzalo Fragui en sus Ebriedades o en sus Poeterías. En ellas, el poeta Valderrey hace gala de su indiscutible talento para la bebida y la alegría de la vida, y además cumple a la perfección roles de personaje de ficción como cualquier otro personaje de cualquier Garmendia, o de cualquier Onetti, o de cualquier Salinger. Y digo esto porque, a pesar de que Julio mantiene y sostiene que él jamás ha amanecido “entresacado” debajo de una litera, uno al leer esa Poetería de Fragui, no puede evitar pensar -o decir- “Poeta, yo de usted no lo dudo y casi creo cualquier cosa” para luego reír explayadamente a pesar de la incomodidad y aceptación de Julio ante el “chalequeo”. Julio pues, transmuta perfectamente entre los personajes de una obra literaria porque ha trascendido de lo meramente humano, es decir, lo meramente racional.
      A Julio también se le ha visto deambular entre los versos de mi profesora y poeta Gabriela Kizer, siempre bebiendo. Nuestro amigo guionista y narrador best-seller Jen Martínez Martínez lo dibujó escrituralmente tirado en el piso de una tasca gritando versos dPortada del poemario "Libro de Vida" de julio Valderrey.esde la alucinación. Afortunadamente (para Julio) Jen no ha podido llevar tal texto a la pantalla, pero cuando lo haga varios tendremos que huir de la ira poética del afectado.
      Sostenida y empecinada es la labor -si a eso se le puede llamar labor- que está haciendo mi hermano Leonardo Delgado con sus Tuyedades. Motivado por los «esfragos» que ha causado el mentado Gonzalo a la literatura venezolana, Leonardo tiene tiempo publicando en nuestra revista ¿al vacío…? anécdotas y mediasverdades o mediasmentiras, o abiertas calumnias amistosas a Julio Valderrey -y a varios escritores incautos-. En estas Tuyedades se ha visto a nuestro poeta en las más variopintas locuras y situaciones irrisorias, en donde queda muy en alto -y en alta dobleintención también- su gentilicio merideño, como aquella en que concluye, como el mejor personaje de ficción que hubiera podido construir Leonardo Delgado: “Es que yo no soy chino, yo soy es gocho”, aseveración producto de la imposibilidad de echar salsa de soya correctamente al chopsuey de una chica invitada.

      Mucha más seria y con esto terminamos el “chalequeo”, es la apreciación que haceportada del Libro "Los días perdidos" de julio Valderrey de su obra Gabriel Jiménez Emán en su libro El espejo de tinta, en donde ubica generacional y estéticamente a Julio Valderrey dentro del grupo de poetas influenciados por la generación beat. Es una apreciación acertada por cuanto que, precisamente, el propio Julio ha admitido su especial admiración por estos poetas norteamericanos (Ginsberg, Kerouac, Ferlinghetti, Burroughs, etc.).

      ¿Qué más podemos decir para hacer una “radiografía” de Julio?: salsero- salsómano con ínfulas de malandro viejo y soñador hippie bonachón; revolucionario y apegado a la causa de Castro, el Che y Chávez; pendenciero empedernido; pintor acuarelista de gran talento; conversador amplio y fiel seguidor del pensamiento de Ludovico Silva y Georges Politzer; alumno y respetuoso lector de Montejo, Barroeta, El Chino Valera Mora y Rafael José Muñoz (sólo por nombrar poetas venezolanos); bueno y fiel amigo, aún mejor padre a pesar de no haber tenido la dicha de haber engendrado hijos luego de sus tres matrimonios fallidos, ocasional pero buen deportista; en fin: un poeta sin ninguna pose -a pesar del innegable e innegado ego y ¿qué artista no lo tiene?-, un poeta humano más que un humano poeta.

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